martes, octubre 10, 2006

Acerca de las vocaciones

Antiguamente cuando en una familia se escuchaba hablar de la vocación la mente quienes oían dicha palabra viraba de manera irremediable hacia la vida sacerdotal. En la actualidad la palabra vocación abarca un amplio espectro (tipo antibiótico incluso), vocación por las artes, ciencias, religiones y como no, la vocación de escribir.

Cuando se viene de una familia marcadamente tradicional, uno siente el ligero cosquilleo de seguir las carreras en las que tus ancestros sobresalieron, por citar un ejemplo al viento, absolutamente toda mi familia tiene que ver con la medicina, y bajo esos cánones, era predecible que también siguiera esa carrera y lo intenté, vaya que si lo busqué.

Pero mi vocación es, fue y será siempre otra. Desde que tengo uso de razón quise aprender a escribir, los mejores descubrimientos de la humanidad son la música y la escritura (nombradas aquí sin ningún orden jerárquico) y dado que para la música soy una nulidad, salvo para oírla claro, decidí cultivarme en mi segundo y apasionante amor, la escritura, escribo porque tengo la imperiosa necesidad de hacerlo, escribo porque si no lo hago siento que me estoy fallando, escribo porque no leo y leo porque no escribo.

Hablo de amor y me refiero al Eros, aquél amor enfermizo, posesivo y carnal. Pues al sentarte y poner en papel (en éste caso una pantalla) lo que quieres expresar es la mejor catarsis, discúlpenme los discípulos de Freud pero para mi no hay mejor terapia que escribir.

Entonces cuál era la opción obvia. Estudiar algo que tenga que ver con mi amor y eso acarreó un fuerte distanciamiento familiar pero al final me salí con la mía. Es así, en una universidad perdida en enseñoramientos, donde viene a ver la luz este espacio para escribir, por ahora somos tres y somos tan disímiles unos de otros que ahí entra a cuajar la idea de la vocación, todos pensamos que de esto no se puede vivir, pero igual vamos adelante, eso es lo que se puede conocer como vivir tu llamado.

Somos tres, esperamos ser más, nos juntamos en el momento y lugar precisos, tenemos una incipiente amistad y además el afán insufrible y a la vez exquisito de escribir. El laberinto del retruécano vio la luz un viernes de caminata miraflorina y esperamos que dure mucho, muchísimo tiempo más.